sábado, enero 26, 2013

“El vuelo” (2012) – Robert Zemeckis



“Ya era hora”. Eso es lo que muchos -sino la inmensa mayoría- pensamos cuando leímos la noticia de que Robert Zemeckis volvía a la acción real. En los últimos años, éste se había entregado por completo al cine de animación, tanto en su faceta de director como en la de productor, experimentando con la conocida técnica de la motion capture o captura de movimiento. Tratándose del responsable de una joya como “¿Quién engañó a Roger Rabbit?”, esta semi-nueva faceta debía haber supuesto una alegría para todos, sin embargo, los resultados fueron bastante desiguales y no demasiado satisfactorios (tecnología aparte). 

Dejando a un lado la dispar calidad de sus producciones animadas (unas mejores que otras), lo cierto es que ninguna llegó a ser un éxito de taquilla (ni tan siquiera resultaron medianamente rentables), y es posible que el sonado fracaso de “Mars Needs Moms” (en dónde ejercía de productor) fuera para que Zemeckis la gota que colmara el vaso. Hasta resulta irónico que una de las mejores producciones basadas en la motion capture no haya sido obra suya, sino de un tal Spielberg (Tintín), si bien a nivel de taquilla tampoco ésta colmó las expectativas del estudio.

El director aparca indefinidamente los píxels para volver a dirigir a actores de carne y hueso,  y lo hace no con una propuesta de género (lo cual me hubiera hecho el doble de ilusión) sino con un drama sobre el alcoholismo. 

Lo que parecía un viaje rutinario se convierte, en cuestión de minutos, en una auténtica pesadilla  para la tripulación del vuelo 227 a Atlanta. El capitán Whip Whitaker (Denzel Washington), piloto del avión, se ve obligado a realizar un forzoso aterrizaje de emergencia gracias al cual salvan la vida un centenar de pasajeros. Al instante, Whip se convierte en un héroe nacional, y su rostro copa las noticiaros de todo el país. Sin embargo, cuando se pone en marcha la investigación para determinar las causas de la avería, se descubre que, quizás, fuese el piloto quien pusiera en peligro la vida de los pasajeros debido a su alcoholismo.

Podríamos englobar “Flight” dentro del género de catastrofista, pero eso sería un error, ya que eso es tan sólo una pequeña parte de lo que nos cuenta Zemeckis. De hecho,  el accidente inicial, que propicia unos primeros veinte minutos de infarto, no es más que una elaborada treta para magnificar el discurso crítico de la película y situar al protagonista en un contexto dramático más intenso y, a poder ser,  intrigante. Dicho de otro modo, el tema central es el alcoholismo que atormenta al personaje de Washington y no tanto si éste es o no es culpable –directa o indirectamente- del terrible accidente aéreo. En realidad, la “culpa” de Whip va más allá de un suceso en concreto (el accidente) y supone un cargo de conciencia mucho más genérico que abarca tanto el ámbito profesional (la vergüenza y la inconsciencia que supone pilotar un avión ebrio) como el personal (divorciado y con un hijo adolescente que no le devuelve las llamadas).

Whip es un gran piloto, y eso lo saben sus compañeros y sus allegados. Pero su “oscuro pasajero”, como diría un tal Dexter Morgan, es un hombre débil adicto al alcohol, y la única forma de vencerlo es plantándole cara. Esa es la lucha que el personaje afronta a lo largo de la película. 

Para intentar dejar una adicción primero hay que reconocer que se padece dicha adicción, y ese el paso que más cuesta. Para el protagonista de esta historia, el problema se agrava al verse involucrado en un accidente que podría costarle su carrera y, lo que es peor, mandarle a la cárcel de por vida.

 Al principio, tras el susto y el pesado recuerdo de las víctimas (entre ellas, SPOILER--  su amante --FIN PSOILER), la primera reacción es deshacerse de todo el alcohol que está a su alcance. Pero cuando la investigación sobre el accidente empieza a señalarle a él como posible causante de la tragedia, todo cambia. El recién nombrado héroe nacional se viene abajo y recae de nuevo, ahogando las penas en vasos de vodka, wishky y todo lo que pilla por el camino.

El guionista lanza un rayo de luz, de esperanza, en el insoportable día a día de Whip a través de Nicole (una guapísima Kelly Reilly), otra adicta que, tras una sobredosis casi mortal, ha decido encauzar su vida. Ella, mejor que nadie, sabe lo que es la dependencia a una droga (sea ésta legal o no), así que trata, en la medida de lo posible, de ayudarle. La pregunta que debe hacerse Whip es si necesita ayuda (la suya o la de un profesional, eso ya es lo de menos), pero esa cuestión, por ahora, está lejos de debate. Su única preocupación es que su historial como bebedor compulsivo no incline la balanza en su contra en un caso de negligencia que podría condenarle, en el peor de los casos, a cadena perpetua.


Zemeckis capta la derrota del personaje en sus peores momentos, en esa espiral de degradación a la que es arrastrado debido al consumo excesivo de alcohol y drogas (atención a su principal proveedor: un John Goodman maravillosamente macarra), y que alcanza su cénit justo en el momento más crucial del caso. 

El accidente de avión, la posterior investigación y demás, funcionan como un original y muy efectivo envoltorio a lo que viene a ser una sólido drama –no exento de moralina- centrado en el alcoholismo, y cuya principal víctima es un respetado piloto de avión como podría haber sido un empleado de banca o el panadero del barrio. En cualquiera de estos casos, las víctimas colaterales seguirían siendo amigos, familiares y compañeros de trabajo, sólo que en este caso en particular hay que añadir los pasajeros que dependen de él, pues justo en el momento en el que se acomoda en el asiento del piloto, sus vidas quedan en sus manos (y en las de Dios, si hacemos caso a su religioso copiloto).

Washington, secundado por una buena trupe de secundarios (valga la redundancia), realiza un magnífico trabajo con un papel que es todo un caramelo para el actor. Tanto él como la película merecían mayor reconocimiento del que han tenido, aunque la crítica se ha dejado seducir fácilmente por esta historia de redención y superación personal. Además, nos permite comprobar que Zemeckis sigue en forma y que se atreve a mostrarnos algo tan inusual dentro su filmografía como es un desnudo integral femenino (rodado, eso sí, a contraluz; porque Zemeckis es, ante todo, un cineasta elegante).

P.D.: En su próximo trabajo, Timeless, Zemeckis recuperará el tema de los viajes en el tiempo. Se me ponen los dientes largos.


Lo mejor: los primeros 20 minutos; Denzel Washington; las apariciones de John Goodman a ritmo de rock'n'roll.

Lo peor: cierto tufillo moral/religioso.


Valoración personal: Buena

9 comentarios:

Anónimo dijo...
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Montecristo dijo...

Gran critica, y totalmente de acuerdo, grande Denzel.

Por cierto Pliskeen, ¿que ha pasado con Tu Blog de Cine?, llevo intentando entrar varios dias, y aparece la pagina en blanco...

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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Fútbol y Lágrimas dijo...

Me acabo de acordar que hace unas semanas estaba viendo la peli y la tuve que interrumpir en la mitad... tengo que terminar de verla, para mí Denzel es garantía de entretenimiento.

Saludos!

Pliskeen (David Ribet) dijo...

Cuando la termines, no dudes en volver y compartir tu opinión al respecto.

Saludos ;)

Jorge - cinenovedades dijo...

Gran película! La escena del accidente aereo es impresionante y está muy bien filmada. Por lo demás me pareció un drama muy pero muy efectivo.

Saludos, Jorge!

Juan Gomez dijo...

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