sábado, enero 26, 2013

“El lado bueno de las cosas (Silver Linings)” (2012) – David O. Russell



Con siete nominaciones a los Oscars, otras seis a los Globos de Oro y unas críticas más que decentes, “The Fighter” supuso el relanzamiento del director y guionista David O. Russell, cuya filmografía hasta el momento había pasado bastante inadvertida para el gran público. 

Desde entonces, su caché se ha revalorizado hasta el punto de que su nombre suene para proyectos mainstraim como la adaptación del videojuego “Uncharted: Drake's Fortune”, algo que finalmente no ha llegado a suceder. Tras infinidad de rumores acerca de su argumento y el posible reparto, el director terminó desentendiéndose del blockbuster para finalmente rodar algo más modesto.

Tras pasar ocho meses en una institución mental por agredir al amante de su mujer, Pat (Bradley Cooper) vuelve con lo puesto a vivir en casa de sus padres (Robert De Niro y Jacki Weaver). Dispuesto a recuperar a su ex-mujer, Pat decide mantener una actitud positiva e intentar encontrar el lado bueno de las cosas. Pero en sus planes no entraba conocer a Tiffany (Jennifer Lawrence), una chica con ciertos problemas y no muy buena fama en el barrio. Su primer contacto no resulta demasiado afortunado, pero pronto se desarrollará un vínculo muy especial entre ambos que les ayudará a seguir adelante con sus vidas.

Tras un drama deportivo no demasiado original pero si muy bien armado, O. Russell se nos ablanda un poco y nos trae esta vez una historia romántica entre Bradley Cooper, actor en alza desde hace algunos añitos, y Jennifer Lawrence, la nueva chica de moda. Ambos en unos papeles previstos inicialmente para Mark Walhberg y Angelina Jolie, respectivamente. Ni qué decir que hemos salido ganando –y mucho- con el cambio.

Lo cierto es que la película no pasaría de ser una comedia romántica al uso en base al ya clásico punto de partida de “chico conoce chica” si no fuera por el tipo de personajes que maneja el guión, y que para el caso resultan bastante inusuales.

A grandes rasgos, Pat vendría a ser un cornudo con trastorno bipolar, y Tiffany una viuda con inclinaciones ninfómanas. El primero está obsesionado con recuperar a su exesposa, y la segunda con tener un amigo. El destino les junta y enseguida salta la chispa ¿del amor? En principio, su relación es algo tormentosa, pero poco a poco se sienten más cómodos en lo que empieza siendo una amistad de conveniencia. Se dicen el uno al otro lo que piensan, y eso, aunque motive alguna que otra bronca, en realidad les permite entenderse y comprenderse mejor.

Pero cuando los sentimientos empiezan a aflorar entre ambos, también lo hacen las pequeñas mentiras. 

 
A medida que avanza la historia entre los personajes, éstos se van “normalizando” y perdiendo un poco de la frescura y locura iniciales. Eso afecta al desarrollo de su relación, que poco a poco se va volviendo algo más previsible y tópica, especialmente durante el tramo final. Sin embargo, el guión sabe sortear con bastante humor e ingenio los clichés más resabidos del género romántico, dándole un toque de excentricidad que a ratos desemboca en situaciones realmente hilarantes. Y ése es precisamente el encanto de la película. 

La concepción de los personajes se aleja bastante de los estándares tanto por su vulnerabilidad o su franqueza como por sus vínculos emocionales con el entorno familiar. La relación de Pat con su padre es cuasi inexistente debido a su falta de comunicación y a la dificultad de ambos por exteriorizar sus sentimientos. Lo que más le une a Tiffany es, no obstante, acarrear el estigma de ser “la oveja negra de la familia”, por lo que en seguida se sienten identificados el uno con el otro, facilitando así una conexión que difícilmente lograrían establecer con otra persona.  Sus conflictos personales no se parecen en nada, ni su forma de afrontarlos, pero si el cómo se sienten -vulnerables, dolidos, impotentes- ante ellos.

Pat y Tiffany, Cooper y Lawrence. Ellos son la pieza clave de una película sencilla y agradable que logra encandilarnos con facilidad.


Lo mejor: la pareja protagonista y sus transtornados personajes.

Lo peor: su previsibilidad hacia el final.


Valoración personal: Buena
 

4 comentarios:

Lalo Martín dijo...

Concuerdo contigo en lo mejor y lo peor, pero hasta su previsibilidad final se salva por la gran química de sus protagonistas.

P.D.: Enhorabuena! :) Como sabrás (tal vez, quién sabe), mi blog ha sido elegido en uno de esos concursos cadena llamados "meme" y entre los nominados que a mi me toca premiar no podía faltar tu blog. http://premiosdelpublicotv.blogspot.com.es/2013/01/mi-tercer-premio.html

Un abrazo!

Pliskeen (David Ribet) dijo...

Lo cierto es que la pareja protagonista (tanto sus intérpretes como sus curiosos personajes) hacen mucho bien a una película que, en el fondo, no deja de caer en varios tópicos del género romántico. Pero aún así, se disfruta mucho más que la inmensa mayoría de películas de este estilo. A mi me encandilaron.

Y muchas gracias, de verdad, por premiar mi blog. No sé si soy merecedor de tal reconocimiento (no le dedico tanto atención como a mi blog de cine de género), pero se agradece saber que se hace una labor productiva.

Saludos ;)

Fútbol y Lágrimas dijo...

El gran motivo de que la película decaiga hacia el tramo final es precisamente eso que mecionas: "los personajes se normalizan". Terminan como una pareja más de cualquier comedia romántica vista...

Saludos, buen post!

Pliskeen (David Ribet) dijo...

La gracia radica en lo "marciano" de sus personajes para intentar huir de la típica comedia romántica, pero eso se va perdiendo a medida que avanza el metraje, y ya en el tramo final todo resulta de lo más tópico. Aún así, deja buen poso.

Saludos ;)