sábado, diciembre 24, 2011

jueves, diciembre 22, 2011

Mi Wishlist 2012 de Fnac

Wishlist 2012 Fnac

Los grandes almacenes Fnac repiten este año la acción “We wishlist a Merry X-Mas” exclusiva para blogs, y un servidor no ha querido desaprovechar la oportunidad para volver a probar suerte.

Y en qué consiste esta iniciativa para bloggers, se preguntarán algunos. Pues se trata simplemente de elaborar una lista de regalos que te gustaría recibir y/o que recomendarías a tus lectores para regalar a la familia y a los amigos. ¿Y qué es lo que se gana? Pues un vale por valor de 2.012€ para gastar en fnac.es.
Enlace
Si sois bloggers, los pasos a seguir son muy sencillos:

1.- Publicar un post en vuestro blog con vuestra lista de deseos de productos de fnac.es. Los productos deben ir enlazados a la ficha correspondiente en fnac.es y mostrar su precio en el momento que hagáis el post.

2.- La suma de esta wishlist no debe superar los 2.012€.

3.- Enviar el link del post publicado a wishlist@fnac.es junto a vuestro nombre, apellidos, mail de contacto y teléfono.

4.- Tener suerte y llevarse el vale de 2.012€ que sortean xD

En caso de que no dispongáis de blog o queráis recomendar la Wishlist a alguien que no lo tiene, existe la posibilidad de participar a través de la red social Facebook. A continuación os dejo un par de enlaces para informaros mejor: Wishlist Facebook y Bases

El plazo termina el 31 de diciembre.


Dicho esto, ahí va mi Wishlist de este año:

Informática

Wacom Bamboo Fun Pen & Touch M - 199,90 €

Iomega ScreenPlay MX HD Media Player 1 TB Disco duro sobremesa multimedia PC + Cable HDMI - 176,89 €

Sony Reader Wi-Fi Negro – 199 €

HP Pavilion p6-2002es PC Sobremesa - 449 €


Imagen y sonido

Sony BDPS185B BluRay Internet - 99,95 €

Logitech Pure-Fi Express Plus para iPod - 62,90 €


MP3, Telefonía y GPS

Apple iPod Classic 160 GB Black Reproductor de MP3 - 229 €

TomTom XL Classic Europa 23 países + Adaptador mechero 131,68 €


Videojuegos y consolas

X360 250Gb + Battlefield 3 + Forza 3 + Crysis 2 - 199,95 €

Gears of War 3 Xbox 360 - 64,95 €


Cine

Pack Regreso al futuro: Trilogía (Formato Blu-Ray) - 39,99 €


Libros y cómics

Pack coleccionista Malefic Time - 45 €

¡Este rodaje es la guerra! - 33 €
Enlace
Servitud 2 Drekkars – 14€


Merchandising

Robocop - Figura - Robocop 18cm - 20,99 €

Predator: Classic Predator - 21,99 €

Terminator - Figura – Endoskleton - 20,99 €


Total: 2009, 18 €

Como podéis ver, hay un poquito de todo, y muchas de mis elecciones ya estaban en el listado del año pasado. Si mis cálculos son correctos, incluso me han sobrado 2,82 €, cifra que curiosamente suma 12 (de 2012, se entiende).

¿A qué esperáis para hacer vuestra Wishlist?

martes, diciembre 06, 2011

“Happy Feet 2” (2011) – George Miller

Crítica Happy Feet 2 2011 George Miller
Aunque es más conocido por la saga del guerrero postapocalíptico Mad Max (de la que en estos momentos se encuentra preparando -no sin contratiempos- una tardía -e innecesaria- secuela/reboot), el australiano George Miller también se ha sumergido en otros géneros como la comedia fantástica o el drama (para el recuerdo queda la excelente “El aceite de la vida”). Prácticamente desaparecido durante buena parte de los 90 y principios de la pasada década (con la salvedad de una secuela de Babe, el cerdito por excelencia del cine australiano), en 2006 Miller volvió a la palestra con un inesperado éxito taquillero resultante de su primera incursión en el cine de animación. Los pingüinos bailarines/cantarines de “Happy Feet” aterrizaron en la cartelera encandilando no sólo al público sino también a la crítica. Pero ahí no quedó la cosa, pues la película también se llevó el Oscar en su categoría de Mejor Película de Animación, rompiendo así la racha triunfadora que llevaba Pixar en un año en el que la compañía del flexo presentaba su candidata más denostada (Cars), Dreamworks quedaba fuera de competición y “Monster House” (mi favorita) entraba de tapadillo y sin hacer mucho ruido.

Tal fue la recepción del filme de Miller, que ni él ni Warner Bros han dudado en aprovechar el tirón de los pingüinos para sacar una segunda entrega.

Mumble, el maestro de Tap, tiene un problema con su pequeño hijo Erik, un coreófobo. Reacio a bailar, y considerado por ello un bicho raro, Erik decide escapar de su hogar. En su camino, se encuentra con el poderoso Sven, ¡un pingüino que puede volar!

Mientras Mumble va en busca de su hijo, algo terrible ocurre en la gran nación de los pingüinos emperador. A su regreso, padre e hijo descubrirán con asombro lo sucedido, y tendrán que hacer lo imposible para ayudar al resto de la colonia.


Si en la película original era Mumble quién debía encontrar su verdadera vocación dentro de una colonia entregada al canto, ahora es su hijo quién deberá experimentar un viaje emocional similar para dar con su talento escondido.

La historia ya empieza con un número musical en el que un montón de pingüinos cantan y bailan música modernilla. En medio de todos ellos se encuentra el torpe de Erik intentando seguir, sin éxito, los pasos de sus mayores, lo que termina finalmente en un buen tortón y las consiguientes risas de sus semejantes.

Este hecho desencadena la posterior huida de Erik junto a un par de amigos y la llegada a otra colonia, donde se nos presenta el personaje de Sven, el único del mundo capaz de utilizar sus alas de pingüino para volar, algo que asombra al resto de su especie y muy especialmente al impresionable Erik, que enseguida lo considera un ídolo y un modelo a seguir.

A su regreso a casa con su padre, es cuando la película empieza a ganar algo de interés (gracias el golpe de efecto en el guión) y los bailecitos de los pingüinos encuentran una justificación para ser exhibidos de forma constante.


La tierra de los pingüinos emperador ha quedado sellada por culpa de un iceberg, y no hay forma de salir sin recibir ayuda del exterior. Mumble está decidido a hacer todo cuanto esté en su aleta para ayudar a la colonia, aunque tenga que pedir ayuda al fanfarrón de Sven.

Los continuos intentos de rescate son los que aportan algo de emoción a una trama bastante ramplona y que depende en exceso del factor musical para salir a flote. Y esto último es obvio si tenemos en cuenta que se inscribe dentro del género musical (del que un servidor se considera un ferviente admirador), pero con unos pingüinos lo cierto es que no se puede hacer mucho para animar el cotarro. Menos aún si los personajes carecen de carisma alguno y los gags cómicos no resultan mínimamente graciosos; o al menos no para un adulto. Y ese es el mayor problema de “Happy Feet 2” en relación a su enfoque familiar, pues resulta mucho más indicada para los niños que para los adultos que los acompañan (o mejor dicho, los llevan al cine)

La cinta de Miller cuenta con buenos mensajes (creer en un mismo, ayudar a los demás, admirar a los que te quieren, saber quién eres y dónde está tu hogar, etc.), pero es demasiado infantil para ser disfrutada en familia. No conectas con los personajes, no te ríes con ellos (¿hasta cuándo tendremos que soportar el estereotipo del personaje latino supuestamente gracioso?) y la vertiente musical apenas despliega sus posibilidades (y de nuevo me remito al hecho de que los pingüinos no dan mucho de sí, y el escenario tampoco es propicio).

La animación, eso sí, sigue haciendo gala de un nivel de hiperrealismo formidable. Cuanto más cercano es el plano, mejor podemos apreciar la calidad de las texturas, especialmente en lo que se refiere a la nieve (o hielo) y los crustáceos. Hablando precisamente de crustáceos, tenemos a una pareja de krills, Will y Bill, que probablemente sean lo más interesante de la película. Son sus peripecias y sus conversaciones/discusiones las que aportan algo de aire fresco al conjunto de la historia.


También el hecho de rescatar algún que otro tema musical añejo (el Under Preassure de Queen y David Bowie, por ejemplo) en sustitución del pop musical actual, sirve para captar algo del interés del adulto espectador que pasada una hora ya está un poco cansado de pingüinos danzarines. Esto ocurre ya en el tramo final, que es cuando la cinta empieza a ganar enteros al abandonar momentáneamente el humor infantiloide (y la chapucera introducción y posterior desaparación de los personajes humanos) para decantarse por algo más emocionante y dignamente emotivo.

No hay duda de que para los críos “Happy Feet 2” supondrá un más que recomendable espectáculo musical lleno de pegadizas canciones y deslumbrantes secuencias animadas. Pero para los más creciditos, no es ni de lejos la opción ideal para ir al cine en familia. Demasiado sosa.

P.D.: Precisamente para los talluditos, lo mejor de la película es el corto de Looney Tunes (con Piolín y Silvestre en modo musical) que la precede. Por aquello de la nostalgia, más que nada.



Lo mejor: el hiperrealismo de la animación.

Lo peor: demasiado infantil para ver en familia.


Valoración personal: Regular

sábado, diciembre 03, 2011

“Fuga de cerebros 2” (2011) – Carlos Therón

Crítica Fuga de cerebros 2 2011 Carlos Therón
Cuando una película arrasa en taquilla, lo más lógico es que sus productores no tarden mucho en poner en marcha una secuela. Esto lo hemos visto infinidad de veces en el cine americano, y cada vez se prodiga más dicha costumbre en nuestro país (“El otro lado de la cama” o las sagas de “[REC]” y el Torrente de Santiago Segura serían un buen ejemplo)

Uno de los grandes éxitos patrios de los últimos años ha sido “Fuga de cerebros”, comedia juvenil de humor grueso y reparto televisivo que arrasó entre los adolescentes (y no tan adolescentes) españoles, y que con 7 millones de euros recaudados se posicionó como una las películas más taquilleras de 2009 junto a “Mentiras y gordas”, producto con un enfoque muy distinto pero dirigido al mismo tipo de espectador (y ambas protagonizadas por el ídolo juvenil Mario Casas). De las dos, la que más posibilidades tenía de explotarse con una continuación era la primera, y así ha sido.

“Fuga de cerebros 2” reúne de nuevo al Charli, al Cabra, al Ruedas y a Corneto en otro periplo amoroso por tierras extranjeras. Esta vez el asunto gira alrededor de Alfonso (Adrián Lastra), el hermano pequeño de Emilio Carbajosa (protagonista de la anterior entrega), quién decide seguir a la chica de su vida (Paula Prendes) hasta Harvard con tal de conquistarla. Para lograrlo, Alfonso contará con los mismos amigos y los mismos descabellados planes que su hermano utilizó en Oxford.

Cambio de protagonista y de director pero mismos guionistas, Curro Velázquez y Álex Pina, ambos con experiencia en series de televisión (Los Serrano, Los hombres de Paco o la más reciente El barco; canela fina, vaya). Y la verdad es que éstos no se han complicado mucho la vida para darle continuación a la primera entrega. Velázquez y Pina se han limitado a repetir la misma fórmula que ya les funcionó una vez y que, no nos engañemos, es lo que suele ocurrir en el 99% de las segundas partes.

En un alarde de originalidad han decidido cruzar el charco y cambiar la Universidad de Oxford (inglesa) por la no menos prestigiosa Harvard (americana). Allí viaja el grupete de amigos para que Alfonso conquiste a Sara, la chica de la que se quedó prendado cuando trabajaba en el hipermercado del barrio, y que ahora se encuentra en yanquilandia disfrutando de una beca para estudiar… ¿medicina? No, veterinaria (otro alarde de originalidad, sin duda).

Se supone que Sara, además de ser un pibón (cosa que salta la vista), es también una chica muy inteligente (cosa que… bueno, dejémoslo ahí), y por ese motivo se encuentra en Harvard, cuna de cerebritos. No obstante, la chica, de carácter algo infantil y alocado, parece más centrada en sus vicios (fumar, beber y… lo que sigue), por lo que a Alfonso no le resulta muy difícil robarle el corazoncito. ¿Pan comido, verdad? Sí y no. Y es que lo que supuestamente era la chica de sus sueños se parece más a la chica de sus pesadillas. Alfonso se da cuenta de que no es su tipo, pero para complicar aún más las cosas aparece en escena Marta, el amor de su infancia y la única mujer junto a la que ha querido pasar el resto de sus días.

Alfonso no está dispuesto a desaprovechar esta segunda oportunidad que le brinda el destino para ser feliz junto a Marta. Pero antes tiene que romper con Eva… Y ahí es donde entrarán en juego sus amigos y sus alocados planes.



Aprovechando el contexto universitario, sus responsables siguen tirando de tópicos para burlarse de ellos, más ahora que se trata de los americanos, sus hermandades, sus equipos de fútbol (el americano, deporte que es como el rugby pero para “nenazas”) y sus animadoras (las conocidas cheerleaders). Inclusos e permiten un referencia indicrecta a “American Pie”, saga americana por excelencia de este tipo de subgénero. Claro que poco importa que estén en Oxford, en Cambridge o en Cuenca, porque salvo algún que otro tropezón con el idioma, parece que todos los americanos hablan perfectamente el español, así como el grupete protagonista tampoco parece tener demasiados problemas con el inglés (y eso que se supone que son todos unos zoquetes)

Y pese a la evidente parodia, sus responsables no pueden evitar sucumbir ante los propios clichés del género juvenil/universitario de los que tanto se burla ni a los clichés de la propia comedia romántica en la que se inscribe, tal como le ocurría a su predecesora. La película se pasa gran parte del tiempo siendo una gamberrada de (muy) mal gusto, para terminar cayendo en los brazos de la ñoñería más barata y estereotipada (boda final y posterior marcha atrás, incluidas).

Aunque ahora se trata de deshacerse de una novia para conquistar a otra, el esquema de “planes absurdos que salen mal” sigue siendo el mismo. Incluso los amigos del prota están otra vez sin compromiso para que los guionistas vuelvan a engatusarnos con sus respectivas subtramas amorosas y puedan colarnos el discursito sentimentaloide de la amistad y el amor verdadero.
Pero el problema por el que todo esto no entra bien es simple y llanamente porque el humor que ostenta es deleznable. Gags escatológicos y chistecitos sexuales adornan una pobre historia de amor sin gracia ni atisbo alguno de originalidad. Incluso sabiendo a lo se va, resulta imposible soltar una sola carcajada (o, cuanto menos, una sonrisa).

Para el tipo de producto que es y el público objetivo al que se dirige (seamos realistas: quinceañeros pajilleros, mayormente), resulta cuanto menos curioso que esta secuela no nos obsequie con los tan manidos y habitualmente esperados desnudos gratuitos de turno. Al parecer, ni Paul Prendes ni Patricia Montero han aceptado ese “incentivo extra” en sus cheques que les obligue por contrato enseñar sus bondades al espectador, algo que sí hizo Amaia Salamanca mostrando sus domingas para deleite de muchos (especialmente del director, que no dudó en recrearse con dicha secuencia). Aquí es un chico el que enseña lo suyo (aunque realmente no sea más que un trozo de plástico)


Therón gusta de malabarismos videocliperos que no vienen a cuento para demostrar que sabe hacer transiciones visualmente molonas (por mucho que se nos antojen igual de gratuitas que unos pechitos al aire). Quizás en ese sentido podamos decir que la dirección es algo más creativa que la de su predecesor, si bien ambos han tenido la desgracia de contar con un pésimo guión.

Pero no todo es malo, pues el cambio de protagonista le ha sentado bien a la saga. Del mediocre Mario Casas pasamos a Adrián Lastra, mucho más convincente en el papel de pardillo enamorado. Y es que eso sí, el personaje, pese a cambiar de actor, sigue siendo exactamente el mismo. Y Lastra borda un registro que se le da muy bien (por ahora el único que parece saber hacer)

De la pandilla de descerebrados, Alberto Amarilla sigue siendo el que más destaca con su afable y sensible invidente. En el lado opuesto estaría Gorka Lasaosa (Ruedas), que sigue llevando el peso del humor soez sobre los hombres de su desagradable personaje (al que en vano intentan humanizar cada vez que le sale una novia). En Canco Rodríguez recae el estereotipo del gitano, que si ya hacía poca gracia en los tiempos de “Cruz y Raya”, ahora aún menos. Y Pablo Penedo es el gay y cabeza pensante -si es que alguno de ellos piensa- del grupo, y como tal, no tiene muchas salidas de tono (de hecho, es el más formalito de los cuatro).

Respecto a las chicas, pues muy monas ellas.

“Fuga de cerebros 2” gustará a los que les gustó la anterior entrega, ni más ni menos. Los que disfruten de este tipo de productos y el humor de “caca, pedo, pis” les parezca tronchante, desde luego verán satisfechas sus exigencias. Los que prefieran otro tipo de humor (más ácido, más locuaz… en definitiva, más inteligente), aún están a tiempo de ir a algún multicine y meterse en la sala donde se proyecte “Un dios salvaje”.

P.D.: Y para que mi último párrafo no suene pedante (y soy consciente de que puede parecerlo), recomiendo la española “Primos”, de Daniel Sánchez Arévalo, pues no hace falta irse a Polanski para deleitarse con una buena comedia.

P.D.2: La (bochornosa) promoción de la película se ha enfocado especialmente en David Hasselhoff (un americano soltando piropos typical spanish; la monda, oye…), cuya aparición estelar tiene lugar al final y durante escasos minutos. Ni por ello merece la pena pagar la entrada.


Lo mejor:
los jóvenes actores.


Lo peor: todo lo demás, y que ya no esté Amaia para deleitarnos con sus “atributos interpretativos” (confío en que ya lo hará en otra película)



Valoración personal: Muy mala (o peor)

viernes, noviembre 25, 2011

“El gato con botas” (2011) - Chris Miller

Crítica El gato con botas 2011 Chris Miller
Casi 3000 millones de dólares recaudados con cuatro películas hacen de Shrek una de las sagas de animación más taquilleras de la historia. Las aventuras del ogro verde han llenado las arcas de Dreamworks durante varios años, y sería de locos no seguir exprimiendo –aún más- la gallina de los huevos de oro (y precisamente de huevos de oro trata el asunto).

Habida cuenta del desgaste de la franquicia, la opción de seguir estirándola con más continuaciones resultaba inviable, por lo que sólo quedaban dos opciones: hacer una precuela (solución “mágica” para sacar del atolladero a una saga que está más que agotada) o sacarse de la chistera un spin-off de alguno de sus personajes. Y finalmente la decisión que tomaron fue la de combinar ambas opciones.

Así es como nace “El gato con botas”, película en cartelera para lucimiento exclusivo del personaje que da título a la misma y que formó parte de la pandilla de “Shrek” a partir de su segunda entrega.

Mucho antes de conocer a Shrek, el notorio espadachín, amante y forajido Gato con Botas está decidido a recuperar el honor mancillado emprendiendo una aventura junto a la dura y curtida Kitty Zarpas Suaves y el astuto Humpty Dumpty. Su objetivo: unas judías mágicas: Su principal obstáculo: los infames forajidos Jack y Jill.
Esta es la verdadera historia de una leyenda, de un mito, de… ¡el Gato con Botas!

Dado que la acción de este spin-off transcurre en una época en la que el Gato con Botas aún no conocía a Shrek, Fiona, Asno y cía, no hay cameo alguno de éstos personajes (ni ningún otro) de la “saga madre”. Por tanto, la cinta se centra exclusivamente en Gato, y podría decirse que esto es un “orígenes” en toda regla, pues entre otras cosas, se nos cuenta (en boca del propio protagonista) la infancia del felino antes de calzarse las famosas botas y empuñar la espada cuál Zorro.

Tiempo atrás, un acto de valentía hizo que Gato se ganara la admiración de su pueblo. Sin embargo, de la noche a la mañana, una inesperada y vil traición convirtió al héroe local en un vulgar ladrón, perdiendo así el cariño y respeto de sus habitantes, y ganándose su (inmerecido) desprecio. A Gato no le quedó otra que huir del único lugar al que podía llamar hogar y empezar a vivir una nueva vida como forajido.

Tras años siendo buscando por la ley, llega un buen día en que se le presenta la oportunidad de enmendar los errores del pasado y recuperar su honor. Para ello debe hacerse con las famosas judías mágicas que están en posesión de la infame pareja formada por Jack y Jill. Pero alguien más está interesado en esas judías y se interpondrá en su camino con la intención de formar una alianza. A regañadientes, Gato unirá fuerzas con la silenciosa y atractiva Kitty Zarpas Suaves y un viejo conocido de poco fiar, Humpty Dumpty, con quién tiene viejas rencillas que solucionar. Tan pronto inicien el viaje en busca de las mágicas habichuelas, empezarán las aventuras para el trío protagonista…



Del mismo modo en que Shrek tomaba como punto de partida los cuentos populares para darles una vuelta de tuerca, en “El gato con botas” se utiliza el relato de “Jack y las habichuelas mágicas” del escritor Hans Christian Andersen (autor también de “La princesa y el guisante” o “El patito feo”) para convertirlo en una aventura a medida del pícaro protagonista, quién ya de por sí es otro personaje de cuento.
Los guionistas añaden de su propia cosecha para que el hilo conductor de la trama sea la relación de amistad/enemistad entre Gato y Humpty Dumpty, siendo las habichuelas el macguffin que les lleva a realizar tan peligroso viaje y añadiendo además una pizca de romanticismo con un tenso affaire entre la pareja gatuna, es decir, entre Gato y Kitty.

No por introducir estos cambios y guardarse algún que otro as en la manga la historia resulta menos previsible, pero aún así la película sortea con habilidad el tan temido aburrimiento a base de acción trepidante (la persecución por los tejados, el “duelo” de carretas…), humor (mucho humor), un personaje carismático y un metraje adecuadamente ajustado (hora y media, no más).

La película contiene gags simpáticos y sin caer en la vulgaridad, aunque es de lamentar que muchos de ellos (algunos de los mejores) ya fueran desvelados en el tráiler. No obstante, hay momentos impagables (el duelo de baile) que aportan frescura a la propuesta y afianzan la dicharachera y a ratos ingenua personalidad del minino, aún tratándose de un furtivo que presume de sagacidad. No vamos a negar, eso sí, que resulta imposible resistirse cuando pone esa miradita de ojitos tristones.


Chris Miller, co-director de “Shrek 3” y “Lluvia de albóndigas”, afronta la dirección en solitario de “El gato con botas” con bastante oficio tanto a nivel visual como narrativo, y su trabajo, así como el guión, desprende mucha influencia del western y del cine de capa y espada (siendo El Zorro el referente más evidente). Y todo amenizado con un aroma muy latino (más mexicano que español, diría yo) acentuado especialmente en la guitarrera banda sonora a cargo de otro de los discípulos de Zimmer, Henry Jackman (quién ya puso música a la regulera “Monstruos contra alienígenas”)

Quizás sea difícil para Dreamworks repetir con asiduidad la excelencia que una vez alcanzó con “Cómo entrenar a tu dragón”, pero al menos consigue ofrecer un producto de animación digno para pasar un buen rato. Y es que a veces no hace falta pedirle mucho más. Y para tratarse de un spin-off que olía a mero “sacacuartos”, hay que reconocer que se han esmerado más de lo que uno pudiera llegar a pensar (pensando, quién sabe, en otra potencial saga con el felino a la cabeza).


Lo mejor: su carismático protagonista; las influencias del western.


Lo peor: que unas hipotéticas secuelas puedan quemar al personaje del gato del mismo modo que le ocurrió a Shrek.


Valoración personal: Correcta

sábado, noviembre 19, 2011

“Un dios salvaje” (2011) – Roman Polanski

Crítica Un dios salvaje 2011 Roman Polanski
Aunque en los últimos tiempos su nombre ha estado en boca de muchos por su polémico conflicto con la ley más que por su trabajo, lo cierto es que a sus casi ochenta años, Polanksi sigue al pie del cañón haciendo lo que mejor se le da, esto es, dirigir películas.

Y su último filme detrás de la cámara demuestra que al director francés aún no se le han agotado las pilas y que es muy capaz de entregarnos cine de calidad con muy pocos medios. Y dónde está el truco, se estarán preguntando muchos directivos de estudios de Hollywood. Pues el truco está en contar con un buen guión (sí, es posible) y saber llevarlo a buen puerto con una dirección meticulosa y eficazmente sencilla, y dejando que un excelso reparto lleve la voz cantante.

En “Un dios salvaje”, Polanski nos invita a entrar en el hogar de los Longstreet para ser testigos del enfrentamiento (verbal) entre dos familias a causa de una pelea infantil entre sus respectivos hijos.

Los dos críos han tenido una pequeña riña que han solucionado como muchos individuos de su edad, es decir, a hostias. Pero para ser más exactos, aquí estaríamos hablando de una sola hostia, la que el hijo de los Cowan le propina con un palo al hijo de los Longstreet. ¿Consecuencia? Un buen moratón y uno o dos dientes rotos.

Los padres, como gente civilizada que son (¡ja!), se reúnen para resolver la disputa. Y aunque al principio todo es cortesía y buenos modales, poco a poco la reunión se irá “calentando” y volviéndose más tensa. Las parejas empezarán a tirarse los trastos a la cabeza sin reparo alguno e incluso no tendrán remilgos en sacar los trapos sucios de sus respectivos matrimonios.

Aquí no hay ni buenos ni malos, amigos. Ni tan siquiera vencedores y vencidos. Sólo cuatro adultos que se enzarzan en una calurosa discusión que va desvariando más y más a medida que ésta se va alargando innecesariamente. Llegados a cierto punto, poco importa el motivo por el cual discutían, pues la cantidad impertinencias e insultos que se sueltan nacen de la confrontación pura y dura para ver quién tiene razón y quién está equivocado, quién es más falso o quién ha perdido más los nervios.


La situación se descontrola de tal modo que nadie está a salvo de recibir su ración de ofensa personal, y todos los intentos por calmar los ánimos e instaurar la paz acaban durando menos de lo que dura un helado bajo un abrasador sol de verano.

Cada uno tiene su propia opinión sobre cómo encauzar el conflicto que afecta sus hijos (desde cómo definir la agresión hasta cómo castigar al agresor, pasando por ver quién tiene mayor o menor culpa), y de ahí surgen otros temas en los que por supuesto no logran ponerse de acuerdo. A ratos ellos se alían contra ellas y ellas contra ellos, pero al final la cosa deviene en un todos contra todos. Y el esfuerzo recalcitrante por alzarse como la voz de la razón de unos, como el desinterés y la pachorra de otros, provoca que el asunto les estalle en la cara. El ambiente es cada vez peor y, sin embargo, parece imposible escapar de esas opresoras paredes que conforman el hogar de los Longstreet. Y es que de la casa del burgués matrimonio no nos movemos.
Polanski se basta de un único espacio (la casa) y de sus cuatro intérpretes para poner en evidencia la hipocresía que dos acomodas familias americanas esconden detrás de sus buenos modales y sus buenas intenciones. Absurdas contradicciones, groserías constantes, ideologías baratas, ridículos prejuicios, puñaladas traperas… El director saca toda la basura que estos cuatros individuos han acumulado a lo largo de su vida en relación a la educación que han recibido, a la posición social que ostentan, a su profesión, etc.; y nos muestra su cara oculta más oscura y desagradable.

El director mantiene la teatralidad de la (aclamada) obra en la que se basa mediante una narración firme y sin interrupciones dentro de un solo decorado y a tiempo real, sin elipsis de ningún tipo. Y ahí es donde los actores lo dan todo.


Jodie Foster puede llegar a ser el personaje más irritante de todos dado su elevado complejo de superioridad. Una santa y una doña perfecta cuya moral y ética son superiores a los de sus invitados, o eso cree ella. Dueña absoluta de la verdad, Penelope Longstreet (una intelectual muy preocupada por los males del mundo…) no tarda mucho en perder los estribos. Previamente ya se había encargado de lanzar sigilosamente sus dardos envenenados.

Foster, a la que un servidor prefiere tener delante que detrás de la cámara, da por fin con un papel a su altura tras años deambulando en roles de poca entidad o escasa repercusión.

Junto a ella está un John C. Reilly que cuando deja de lado las comedias chorras demuestra que es un actor bien capacitado. Reilly interpreta a Michael Lonstreet, un humilde vendedor de artículos del hogar que aspira a pertenecer a una clase social superior. De ahí que presuma ante sus invitados de sus ostentosos placeres privados, como un whisky de 15 años o unos puros de primerísima calidad.

Michael intenta calmar la situación aunque le saquen de quicio algunos comentarios. Sin embargo, su actitud excesivamente conciliadora no sirve para nada cuando realmente parece importarle un comino lo que allí se discute.

Tres cuartos de lo mismo pasa con el personaje de Alan Cowan en manos de un cínico Christopher Waltz. Alan, abogado de profesión (y ya sabemos cómo se las gastan muchos de estos…), está más pendiente de atender al teléfono móvil por asuntos de trabajo que en entablar una conversación con los padres del niño al que su hijo a desdentado. Maleducado e impertinente, Alan parece hasta disfrutar con la trifulca que se ha montado.

Por supuesto, su mujer (una estupenda, como siempre, Kate Winslet), no ve el asunto con los mismos ojos, y aunque al principio es muy tolerante y muy señorita, finalmente, y con la ayuda de un poquito de alcohol (porque no hay nada mejor que un buen whisky para amenizar una carnicería verbal), se desinhibe por completo y saca la bestia feroz que lleva dentro.



En resumen, unos personajes (afines a unos estereotipos concretos) en plena ebullición y elenco pletórico gracias no sólo al innegable talento de cada uno de ellos sino también a los ingeniosos y ácidos diálogos de un señor guión (escrito a dos manos entre Polanski y la dramaturga Yasmina Reza, autora de la obra original)

Y es que “Un dios salvaje” es puro guión, puro diálogo y pura interpretación. No hay más. Bueno sí, hay un director que abre y cierra la película con una sutileza y sencillez aplastantes (plano fijo y a lo lejos dejando que las imágenes hablen por sí solas), y que conduce a un inmenso reparto cual director de orquestra, moviendo la batuta aquí y allá para que ningún instrumento desafine y toda la música fluya con absoluta armonía.

Pues saber dirigir a los actores y ser capaz de evitar dejar una impronta personal también es cosa de un buen director (no todo es cuestión de mostrar una fotografía impresionante o rodar planos de increíble belleza plástica). Polanski se queda al margen (entre comillas) y deja que el protagonismo recaiga en quién debe recaer (reparto y guión), lo que quizás haga creer s algunos que su labor es meramente funcional o discreta (en todo caso, bendita discreción)

Y así es como se consigue una de las sátiras más hilarantes y divertidas que se han hecho en mucho tiempo. Porque no olvidemos que pese a todo lo dicho, estamos ante una comedia (cosa que, reconozco, al ver el tráiler me descolocó). Ahora bien, una comedia de las inteligentes, de esas que tan poco abundan en las salas de cine.

Y si hubiera que sacarle un “pero”, me inclinaría –a título personal- pero ese abrupto corte que de algún modo “finiquita” la discusión establecida entre las dos partes. Un cierre un tanto repentino e inesperado que nos deja con ganas de más (más risas a costa de esos cuatro personajes). Ahora bien, el final, el auténtico desenlace y verdadera conclusión de la historia, retomando el mismo escenario y los mismos protagonistas que al principio, es de una claridad y precisión arrolladoras, dando a entender SPOILER-- que lo que motivó el encuentro no fue más que una riña infantil que, como muchas otras riñas a esa edad, se resuelve haciendo borrón y cuenta nueva (o no dándole mayor importancia). Los padres, no obstante, se toman el asunto mucho más en serio y terminan exhibiendo menos madurez y menos sensatez de la que en un principio deberían tener. --FIN SPOILER


Lo mejor: el reparto; los ácidos diálogos.

Lo peor: que te deje con ganas de más.


Valoración personal: Buena

viernes, noviembre 04, 2011

“Footloose” (2011) - Craig Brewer

Crítica Footloose 2011 Craig Brewer
En la década de los 80 proliferaron una serie de películas juveniles de corte musical que causaron furor entre la chavalería de aquel entonces. Películas como Fama, Flashdance, Dirty Dancing o Footloose fueron las precursoras de cintas actuales como “El ritmo del éxito”, “Espera al último baile” o la saga “Step Up”. A día de hoy, muchas de aquellas cintas son recordadas como pequeños clásicos de una época que ya dejamos atrás hace ya mucho tiempo; una época que no se ha vuelto a repetir, por mucho que Hollywood se empeñe en intentarlo a costa de remakes, reboots y secuelas tardías. Y precisamente de su enésimo intento por “rescatar” historias de antaño toca hablar ahora con la llegada de esta versión 2011 de “Footloose”.

Ren MacCormack (Kenny Wormald) se traslada desde Boston hasta el pequeño pueblo sureño de Bomont para vivir con su tío y su familia. Unos pocos años antes, la localidad quedó conmocionada por un trágico accidente en el que murieron cinco adolescentes después de una noche de fiesta. Ese suceso provocó que los concejales de Bomont y el respetado Reverendo Shaw Moore (Dennis Quaid) reaccionaran aprobando unas restrictivas leyes que desde ese momento prohibieron la música a gran volumen y el baile.

Nadie en el pueblo se enfrenta a esta situación hasta que llega Ren, quién ni corto ni perezoso decide desafiar la prohibición insuflándole vida al pueblo y, de paso, enamorándose de Ariel (Julianne Hough), la problemática hija del pastor.
Si en 2004 se estrenaba una (pobre) secuela de la exitosa "Dirty Dancing", y hace cosa de tres años lo hacía un remake de “Fama”, ahora le ha tocado el turno a la no menos mítica “Footloose”, aquella cinta que catapultó a la fama a un jovencito y semidesconocido Kevin Bacon.

Y la verdad, visto lo visto, quizás les hubiera salido más rentable reestrenar la original (y en 3D, para hacer más caja) que no volver a rodarla tal cual para venir a contarnos lo mismo pero con otras caras. Y es que esta “nueva” versión a cargo de Craig Brewer (Hustle & Flow, Black Snake Moan) no es más que un calco de la ochentera, una copia sin atisbo de originalidad o frescura que aportar respecto a lo que dirigió Herbet Ross con Bacon y cía. El propio Brewer se ha encargado de co-escribir el guión con, precisamente, el guionista de aquella, y lo que uno deduce al ver el resultado es que se han limitado a “copiar y pegar” escena por escena casi literalmente, introduciendo alguna mínima novedad y realizando algún que otro cambio (sustituir la carrera de tractores por autobuses y añadir una explosión final para que “mole” más), para luego pasarlo a limpio y entregárselo a los productores como “un remozado producto que vender a las nuevas generaciones”.


Tras unos créditos iniciales que beben directamente de su predecesora, el director nos muestra lo que en aquella tan sólo se citaba, es decir, el accidente mortal que deja conmocionado al pueblo y desencadena el posterior recorte de libertades para los más jóvenes. Luego ya empieza la historia que muchos ya conocemos: joven rebelde llega al pueblo y no da créditos con las absurdas prohibiciones del lugar; se hace amigo del friki de turno y se cuela por la chica guapa (de turno) que sale con el macarra/matón (de turno). Mientras conquista a la moza, el muchacho trata de reivindicar el estilo de vida de los adolescentes saltándose las normas y poniendo contra las cuerdas a una comunidad retrógrada y excesivamente conservadora encabezada por el Reverendo Shaw.

Si la historia ya era simple y tópica en los ochenta, aún lo es más ahora. Por otro lado, al haberse mantenido tan fiel al espíritu de la original, la ingenuidad de aquella sigue presente en ésta, y eso la hace parecer un poco “anticuada” para las nuevas generaciones (sobre todo en lo que respecta al tema de la sexualidad). Algunos comportamientos y actos de rebeldía se nos antojan demasiado blanditos para estos tiempos, amén de que la propia premisa argumental se sostiene con mayor dificultad. De todas formas, localizándose la historia en el típico pueblo sureño de la América profunda (en donde el cristianismo más radical sigue arraigado entre sus habitantes), la sensación de inocencia de la que se impregna podría darse por válida.


Todo lo que le pudiéramos criticar a la cinta original bien podríamos criticárselo a ésta, del mismo modo que lo que hizo especial o destacable a aquella (los atractivos bailes, el romance…) sigue funcionando de igual modo en ésta. Si la Footloose de 1984 era un producto para adolescentes, la Footloose de 2011 es exactamente lo mismo (no en vano, son la misma película), por lo que en un principio debería contentar justamente a ese público al que va dirigida. Ni más ni menos.

Los que ya dejamos atrás la edad del pavo saldremos ganando revisando la original, por aquello de la nostalgia y porque, puestos a ver lo mismo, que sea con la banda sonora de nuestra época (Kenny Loggins, Foreigner, Bonnie Tayler, Quiet Riot…). Y eso que el soundtrack elegido para la ocasión no es tan infecto como cabría esperar, e incluso se mantienen algunos temas ochenteros (no solamente el que da título a la película)


Lo mejor: los bailes; volver a escuchar el tema de Kenny Loggins (y a Quiet Riot) en una sala de cine.

Lo peor: Haberse limitado a copiar la original en vez de actualizarla y aportar algo nuevo o diferente para el público juvenil de ahora.


Valoración personal: Correcta

sábado, octubre 29, 2011

“Criadas y señores” (2011) - Tate Taylor

Crítica Criadas y señores 2011 Tate Taylor
Quién se lo iba a decir al actor Tate Taylor que su segundo largometraje se posicionaría como el “sleeper” del año. “The Help”, traducida aquí como “Criadas y señoras”, se convirtió en el fenómeno de la temporada (se estrenó en Agosto) copando el nº1 de la taquilla estadounidense durante más de dos semanas. Al final de su exhibición en suelo americano, la película logró alcanzar los 165 millones de recaudación; todo un éxito si tenemos en cuenta que contó con un presupuesto de tan sólo 25 millones.

Si a esto añadimos que se trata de un drama -ambientado en los 60- que crítica el racismo y cuyo protagonismo recae básicamente en un (buen) grupo actrices, el logro por cosechar esa cifra suena aún mayor.

En estos casos, lo que ansiamos desde el otro lado del charco es comprobar por nosotros mismos si el éxito se corresponde o no con la calidad de la película, no vaya a ser que nos cuelen otro caso de desorbitada sobrevaloración –con Oscar incluido- como el de hace dos años con “The Blinde Side”.
La historia se ambienta en Jackson, Mississippi, durante la década de 1960, y se centra en la relación entre tres diferentes y extraordinarias mujeres que construyen una particular amistad en torno a un secreto proyecto literario que romperá las reglas de esa sociedad y pondrá en riesgo sus vidas.

Inspirada en la aclamada novela de Kathryn Stockett, la película nos narra la valiente hazaña de Eugenia “Skeeter” Phelan (Emma Stone), una joven sureña que tras graduarse en la universidad de Ole Miss regresa a su tierra natal decidida a convertirse en escritora, algo que logrará con la ayuda de un grupo de criadas negras.

Antes de cumplir su sueño, Skeeter precisa de un trabajo con el que hacer currículum, así que consigue un empleo como redactora de una columna con consejos de limpieza para el periódico local. Debido a su desconocimiento del tema, decide pedirle ayuda a Aibileen (Viola Davis), la criada de su mejor amiga. Las conversaciones entre Skeeter y Aibeleen siembran en la mente de la joven una portentosa aunque arriesgada idea: escribir un libro con los testimonios de las criadas de las grandes familias blancas de Jackson, procurando que su punto de vista y sus experiencias laborales y personales queden plasmadas en palabras para así concienciar a una sociedad cada día más racista.

Por supuesto, este libro debe llevarse a cabo con absoluto secretismo, pues de trascender su escritura, sus implicadas podrían tener serios problemas; Skeeter podría acabar entre rejas y las criadas sufrirían las represalias de la comunidad blanca más extremista (léase el Ku Klux Klan). Ese miedo es el que provoca la escasez de voluntarias que se presten a ser entrevistadas, por lo que en un principio Skeeter sólo cuenta con la colaboración de Aibeleen. Poco a poco, la valentía de una mujer hace que se sumen las demás, y pronto el libro irá tomando forma.


A lo largo de la cinta se nos va retratando la dura y castigadora discriminación racial que deben soportar las mujeres negras no sólo en sus trabajos sino también en su vida personal. Carentes de derechos y tratadas como esclavas y portadoras de enfermedades varias, las criadas encuentran en el libro de Skeeter una forma de liberarse de la opresión y el silencio al que están sometidas. Afrontan el riesgo que pueden correr sus vidas con tal de que, a posteriori, el beneficio sea mucho mayor para toda su comunidad.

Vemos como Skeeter, una rara avis dentro de su infame grupo de amigas (es tolerante, inteligente, buena persona y encima está soltera), empieza a conectar a un alto nivel emocional con las criadas, al mismo tiempo que cada vez se siente más avergonzada e indignada por la actitud de sus semejantes. Puede que Skeeter pierda viejas amistades con su futuro libro, pero gana de nuevas y mejores; y lo que es mejor, gana también en valores.

Y todo esto nos lo cuenta el director y guionista con un mucho acierto, consiguiendo que una duración que a primera vista podría resultar excesiva (algo más de dos horas), se nos haga de lo más amena. Quizás contribuya a ello la consabida pero bien equilibrada mezcla de drama y comedia de la que hace gala la cinta, con un tono ligero y divertido en muchas ocasiones, pero también emotivo y descorazonador en otras. En ambos tratamientos se consigue con facilidad la empatía del espectador, que no tarda en detestar a las “señoras” (un puñado de pijas retrógradas y superficiales) y de encariñarse con las “criadas” (sobre todo con Minny Jackson, la mejor amiga de Aibeleen y la mejor cocinera en todo Mississippi) y con el personaje de Skeeter, de admirable osadía y tenacidad.


Aunque aquí habría que hacer un breve inciso para destacar el personaje de Celia Foote (Jessica Chastain), quién sufre discriminación no por su raza sino por su condición social. Celia es una joven bienintencionada pero muy ingenua que no encaja dentro de la selecta comunidad femenina de Jackson. Ella es de familia humilde, y su matrimonio con un rico y apuesto ciudadano es recibido con rechazo por las mujeres de la ciudad. Por suerte, encontrará en su criada un gran apoyo moral, además de culinario.

Quizás el mayor defecto que se le pueda achacar a la propuesta de Taylor es la estereotipada y categórica representación de los personajes, dejando a Skeeter como una santa y a sus amigas como demonios surgidos del mismísimo averno. Quizás le hubiera convenido no situarse en unos extremos tan radicales. Pero gracias a su tono cómico esa plasmación de conceptos algo exagerada no chirría demasiado.

Llegados a este punto, del reparto no se pueden decir más que buenas palabras. Todas y cada una de ellas están estupendas en su papel. Desde una “afeada” para la ocasión Emma Stone hasta una odiosa y repulsiva Bryce Dallas Howard, pasando por ese portento de actriz que es Viola Davis (que ya participó en otro recomendable drama racial, “Lejos del cielo”), una entrañable Octavia Spencer (en quién recae gran parte del peso humorístico de la película), una oxigenada y sexy Jessica Chastain (mejor de pelirroja, todo sea dicho) o la veterana Sissy Spacek (en un papel bastante simpático). Competente también el elenco de secundarias (Allison Janney, Mary Steenburgen, Ahna O'Reilly…) que destacan por encima de un escaso y poco participativo reparto masculino en el que quizás cabria citar al joven Mike Vogel.

“Criadas y señoras” es una conmovedora y esperanzadora comedia dramática que merece el éxito que ha cosechado y que, de algún modo, hace justicia con esas pequeñas películas de estimable calibre cinematográfico que suelen pasar tan y tan desapercibidas por las salas de cine de medio mundo. Divierte y emociona a partes iguales.


Lo mejor: la agradable mezcla de comedia y drama.

Lo peor: los estreotipos llevados al extremo.


Valoración personal: Buena

jueves, octubre 27, 2011

“Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio” (2011) - Steven Spielberg

Critica Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio 2011 Steven Spielberg
Traducidas a más de 70 idiomas, Las aventuras de Tintín escritas e ilustradas por el belga Georges Remi (bajo el seudónimo de Hergé) son todo un referente de la historieta del siglo XX. Su protagonista, un intrépido reportero de curioso tupé llamado Tintín, ha vivido emocionantes aventuras por todo el mundo a lo largo de 24 álbumes, de los cuales se han vendido más de 250 millones de copias. No es extraño, pues, que dada su popularidad, el personaje hiciera el salto de las viñetas al celuloide; primero con una poco conocida cinta animada en stop-motion, luego en una producción franco-belga (que llegó a tener secuela) con actores de carne y hueso encarnando a los famosos personajes de Hergé, y finalmente con películas y series animadas para el mercado doméstico. Probablemente estas últimas adaptaciones sean las que más aceptación han tenido entre los tintinófilos, si bien parecía que a Tintín le hacía falta aún una gran superproducción en cartelera que lograra llegar no sólo al adepto sino también al espectador ajeno a la obra del artista belga. Y ese momento por fin ha llegado con “Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio“.

El curioso e insaciable joven periodista Tintín (Jamie Bell) y su leal perro Milú descubren, por casualidad, un centenario misterio escondido en la maqueta de un barco bautizado como “El Unicornio”. Intrigado por semejante hallazgo, Tintín se embarca en una minuciosa investigación que le sitúa en el punto de mira de Ivan Ivanovitch Sakharine (Daniel Craig), un hombre avaricioso y sin escrúpulos que anda tras un valioso tesoro vinculado a un cruel pirata llamado Rackham el Rojo.

Con la ayuda de su perro Milú, el mordaz y cascarrabias capitán Haddock (Andy Serkis) y los torpes detectives Hernández y Fernández (Simon Pegg y Nick Frost), Tintín viajará por medio mundo procurando ir un paso por delante de sus enemigos en una incesante persecución para hallar el lugar donde finalmente descansa “El Unicornio”, un navío hundido que puede contener la clave de una cuantiosa fortuna...

Treinta años han pasado desde que Steven Spielberg descubriera por primera vez la obra de Hergé y se convirtiera, desde ese instante, en un apasionado de las aventuras del joven Tintín. En este tiempo, el director ha adquirido, perdido y vuelto a adquirir los derechos sobre el personaje, y tras alguna que otra intentona frustrada, por fin ha conseguido llevarlo a la gran pantalla.

Esta película, primera de una ambiciosa trilogía a dos manos entre Spielberg y Peter Jackson, reúne y unifica las historias de “El Cangrejo de las Pinzas de Oro”, “El Secreto del Unicornio” y “El tesoro de Rackham el Rojo” escritas por Hergé.

Todo empieza con la compra de una maqueta de un barco que, al parecer, oculta un misterioso secreto en su interior. La maqueta, en posesión de Tintín, es pretendida por Sakharine, buen conocedor de que en ella se encuentra una de las tres claves que necesita para localizar un valioso tesoro que se halla bajo el mar. El encuentro entre ambos propiciará que el joven periodista conozca al capitán Haddock, capturado por Sakharine para sus pérfidos fines. Con tal de hallar las claves para averiguar la localización del tesoro y con ello desbaratar los planes de su temible adversario, nuestros tres protagonistas -Tintín, Haddock y el inteligente Milú- se verán inmersos en un viaje repleto de obstáculos que superar y enemigos que batir.


Desde sus espléndidos créditos iniciales (todo un historial tintinesco) hasta su último plano, la película hace alarde de una imaginación y una inventiva visual increíbles. La presentación de nuestro protagonista brilla por su concisa y explicativa sencillez, mostrándonos recortes de periódico con los que se nos da a entender que se trata de un reportero experimentado en situaciones de todo tipo; un joven que no tiene miedo a asumir riesgos con el fin de resolver misterios y lograr un buen artículo. Y si se tercia, impartir también algo de justicia.

Las transiciones de unas escenas a otras destacan por su original tratamiento y las secuencias de acción cuentan con una elaboradísima planificación endiabladamente frenética y alocada. Y es que Spielberg ha sabido aprovechar las herramientas que le permite el campo de la animación para manejar con inmaculada precisión toda la puesta en escena. La concepción de los planos y la escenografía, las virtuosas coreografías en la acción, el manejo de un ritmo agitado pero sin apabullar… Todo meticulosamente estudiado y al servicio de una historia repleta de misterio y humor, mucho humor.

Y es que la animación parece ser el formato más adecuado para el concepto de disparatada aventura que el director maneja en esta película. Lo que vemos en pantalla (personajes, gags, acción…) se mueve dentro de los parámetros del slapstick, siendo todo muy caricaturesco (precisamente lo que requería dicho personaje). Quizás eso no exigiera que se empleara la motion capture, pues bien podría haber servido la animación CGI habitual, pero hay que reconocer que
la calidad visual que ostenta es uno de sus mayores atractivos.

La técnica, ya empleada con tibios resultados por Robert Zemeckis en sus últimos largometrajes, sigue mostrándose un tanto defectuosa -o mejorable, si se prefiere- en lo que a expresividad de los personajes se refiere. Aún observándose una mejoría respecto a sus predecesores, los rostros siguen sin resultar del todo convincentes. Las texturas tienen un acabado impecable, pero el movimiento sigue antojándoseme ortopédico. Incluso la gestualidad y movimientos del cuerpo tiene sus más y sus menos (a ratos son más naturales y a ratos no tanto). De todas formas, juega a su favor que el diseño de personajes mantenga, precisamente, la caricaturización de las viñetas, funcionando mejor la expresividad cuanto más exagerados son los rasgos faciales. Es por ese motivo que, a nivel expresivo, Haddock convence mucho más que Tintín, éste último de facciones más suaves y realistas.

Hablando precisamente de estos dos personajes, sobra decir que forman
una pareja aventurera perfecta a pesar de sus dispares caracteres. La torpeza de uno (el lobo de mar de Haddock) es compensada por la astucia del otro (el habilidoso y locuaz Tintín). Juntos protagonizan uno de los tramos más trepidantes e hiperbólicos de la película a bordo de un sidecar, lo cual nos lleva irremediablemente a acordarnos de Henry Jones Jr. y padre en “Indiana Jones y la última cruzada” (sabréis de sobra a qué secuencia me refiero). Por otro lado, Haddock nos obsequia con su momento de gloria al rememorar -flashback mediante- una antigua hazaña de un antepasado en un vibrante abordaje pirata.


Por obra y gracia de la motion capture y del trabajo de todo un especialista en este campo, Andy Serkis,
el bueno –y borrachín- del capitán (que a servidor le recuerda más a Harrison Ford, sobre todo al de “Seis días y siete noches”) termina robándole cierto protagonismo al reportero gracias a sus graciosas y a veces disparatadas intervenciones. Claro que para robaescenas ahí está también el pequeño Milú, un can tan espabilado que deviene en un inestimable compañero de fatigas.

Según pensaba el propio Hergé, Spielberg era el único director capacitado para hacer una película basada en su trabajo. Y tenía razón.

Un neófito tal como un servidor es incapaz de percibir la multitud de referencias al universo Hergé que de buen seguro el aficionado captará al instante, y quizás por ello el director nos deja algún que otro (auto)guiño cinéfilo (véase “Tiburón”) para nuestro regocijo.

De cualquier modo,
“Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio” es una disfrutable cinta de animación que hará las delicias de los fans de Tintín y contentará también al que busque buen cine de aventuras. Sus casi dos horas se hacen cortísimas, lo cual es un buen síntoma para acoger con los brazos abiertos sus futuras secuelas, siempre y cuando la taquilla responda. Y si lo hace, sé de uno (un tal Zemeckis…) que se va a dar de cabezazos contra la pared.

P.D.1: La loable banda sonora del gran John Willams se contagia de ese tono humorístico de la película, componiendo una partitura muy risueña y jazzística (amén de afrancesada, si se me permite la obviedad, dada la naturaleza franco-belga del personaje). Además ofrece las consabidas aportaciones orquestales enérgicas que acompañan los momentos más trepidantes. Se echa en falta, no obstante, un leitmotiv que quede grabado en la memoria.

P.D.2: Como sé que me lo vais a preguntar… Decir que el 3D se emplea para otorgar profundidad y poco más. Por tanto, no molesta (que ya es mucho) pero tampoco aporta un plus indispensable al visionado de la película. Los que gusten de ponerse las dichosas gafitas no se sentirán estafados (a menos que esperen un efecto estereoscópico espectacular), y el resto podrá disfrutarla de igual manera en 2D.



Lo mejor: su sentido de la aventura; el humor; el capitán Haddock.

Lo peor: la aún deficiente expresividad facial de la motion capture; que el co-protagonista (Haddock) eclipe al protagonista (Tintín).


Valoración personal: Buena

domingo, septiembre 25, 2011

“No habrá paz para los malvados” (2011) - Enrique Urbizu

critica No habrá paz para los malvados 2011 Enrique Urbizu
Prácticamente cada año estamos teniendo unas cuantas películas patrias que destacan por encima del resto de producción nacional. Películas arropadas por la crítica que aterrizan en nuestras carteleras con buena publicidad, buenas críticas y, de vez en cuando y si las fechas lo permiten, también con unos cuantos halagos y aplausos recibidos en festivales de cine (lo que siempre ayuda a captar la atención de los medios y a atraer al espectador de a pie a las salas)

Hace un par de años una de esas películas fue “Celda 211” de Daniel Monzón, cinta que luego fue generosamente premiada en los Goya (ocho estatuillas, nada menos, y algunas de ellas –no todas- más que merecidas). Este año la destacada, por unanimidad, está siendo “No habrá paz para los malvados”, dirigida por el bilbaíno Enrique Urbizu y protagonizada por José Coronado en su tercera colaboración juntos tras “La caja 507” y “La vida mancha”.

La historia transcurre en Madrid, en una fecha indeterminada a principios del s.XXI. Borracho y de camino a casa, el inspector de policía Santos Trinidad (José Coronado) decide hacer una parada en un club de alterne para tomarse la última copa. Debido a su embriaguez y a su mal carácter, Santos termina viéndose involucrado en un triple asesinato. Para mayor desgracia, un testigo de lo ocurrido logra escapar con vida del lugar. Temiendo que pueda incriminarlo, el inspector decide emprender una investigación destinada a localizar y a eliminar al testigo. A medida que va estrechando el cerco sobre su presa, Santos va descubriendo una trama conspiratoria de mayores magnitudes…

Mientras tanto, la juez Chacón (Helena Miquel), encargada de la investigación del triple crimen, avanza meticulosamente en la búsqueda del asesino con la ayuda del agente Leiva (Juanjo Artero), viejo conocido de Santos.

Tras ocho años de silencio (si no contamos el episodio para Películas para no dormir), Enrique Urbizu estrena en nuestra cartelera su último trabajo como director y co-guionista, después de recibir una entusiasta acogida en el presente Festival de Cine de San Sebastián, donde compite en Sección Oficial por la Concha de Oro.

Aunque se trate de un tipo de película no muy frecuente en nuestra industria, tampoco nos resulta del todo desconocida. Y es que “No habrá paz para los malvados” es un thriller policiaco que bebe mucho del cine negro en la composición de sus personajes y ambientes, y en la estructura y desarrollo de la trama.

Nuestro principal protagonista es Santos Trinidad, un policía fracasado en lo profesional y en lo personal, entregado a la bebida y de vuelta de todo, que una mala noche (de tantas) comete el error de asesinar a sangre fría a tres personas. El segundo error que comete aquella noche, y que desencadenará los hechos posteriores, es que se le escape con vida un testigo ocular del crimen. En ese preciso instante, cuando toda moralidad y ética posibles ya han sido violadas, a Santos no le queda más remedio que mantenerse al margen de la ley para dar caza a su posible delator. En el transcurso de su particular investigación, se da cuenta que el individuo al que persigue no es un simple delincuente como los tipos a los que dejado tiesos horas antes. Avanzando en sus pesquisas, descubre que hay algo mucho más gordo detrás, y probablemente él sea el único que pueda evitar un mal mayor…


La trama se bifurca, pues, en dos flancos: por un lado, seguimos a Santos en el transcurso de esa investigación, descubriendo así, a medida que ésta progresa, la identidad e intenciones del testigo al que el inspector persigue tan concienzudamente; por otro lado, tenemos a la juez Chacón y a su ayudante yendo tras la pista del responsable de los tres asesinados en el prostíbulo, algo a lo que en un principio parece ser achacable a una ajuste de cuentas entre bandas (dos de las víctimas no es que fueran hermanitas de la caridad, precisamente) Y a medida que estos últimos le van pisando los talones a Santos, éste se va acercando cada vez más a su presa, desvelándose -y desvelándonos- el complot que se tiene entre manos.

De este modo, Urbizu consigue mantener en vilo al espectador por partida doble y durante prácticamente todo el metraje. Y es que estamos ante una de esas cintas en las que se nos exige estar bien atentos a todo lo ocurre en pantalla, sin perder detalle de las pistas que nos van soltando y de los nombres de personajes que se van citando continuamente.

Pese a poseer ritmo un tanto lento (y que no necesariamente debe traducirse como aburrido), el desarrollo de la historia logra mantener el tipo tirando de intriga y de protagonista. Y quizás la dirección peque de falta de intensidad (Urbizu sigue arrastrando esa frialdad que ya le caracterizó en “La caja 507”, y se echa de menos algo más de garra más allá de la presente en las –pocas pero suficientes- escenas de acción), pero queda compensada por una trama muy bien hilvanada y por un personaje, Santo Trinidad (el nombre ya es pegadizo), con muchos más matices de lo aparente.

José Coronado, actor que, reconozco, nunca ha sido santo de mi devoción (y que según parece, lleva unos años reinventándose y resurgiendo de sus propias cenizas cuál Ave Fénix), asume el rol del inspector con suma convicción y contención, sin estridencias de ningún tipo ni excesiva chulería, algo que resulta característico en este tipo de personajes y que en este caso podría haber sido contraproducente. Y es que Santos Trinidad no es exactamente un antihéroe, aunque siga un camino cercano al de la redención. No es tampoco una persona agradable, pero eso él ya lo sabe. Es más, Santos es muy consciente del tipo de policía en el que se ha convertido, y de hecho se avergüenza de ello (cierta conversación en un bar nos lo revela), aún sin interés por ponerle remedio. Es de esos tipos que en pantalla nos atraen, aunque en la vida real quizás no quisiéramos tener nada que ver con ellos.


Santos camina entre el bien y el mal, poniendo a prueba sus límites y tanteando constantemente a la suerte, y aún así –o precisamente por ello- empatizamos con él y nos hacemos cargo de su tristeza, de su desgana, de su rabia contenida… De él quisiéramos saber más y pronto, pero Urbizu se resiste a soltarnos datos suficientes si no es a cuentagotas y dejando muchas dudas por medio, quizás para que no empaticemos demasiado pronto…

Ni esta película ni este tipo de personajes abundan en nuestro cine, pero no es menos cierto que todos ellos responden a estereotipos sobradamente conocidos dentro de este y de todos los géneros que abarca Urbizu en “No habrá paz para los malvados” (título, por cierto, sacado de un versículo de la Biblia: No habrá paz, dijo mi Dios, para los malvados). Desde Santos hasta su joven y fiel compañero (ese que siempre te cubre las espaldas hagas lo que hagas) encarnado por el televisivo Rodolfo Sancho, pasando por la implacable juez Chacón (una forzada y muy poco creíble Helena Miquel, una cantante –de agradable voz- que pretende ser actriz) o el conjunto de chusma que se dan cita aquí (proxenetas, traficantes, borrachos, drogadictos, terroristas…), cumplen con unos roles estándar. De ahí que incluso el propio Santos se permita alguna que otra licencia “películera” (el chascarrillo “Rock’n’Roll” sobraba un poco…)

Pero estos estereotipos, convenientemente ubicados dentro de un contexto patrio, es decir, con su pertinente transmutación cañí (por llamarla de alguna forma), son probablemente lo peor que podamos decir de esta película, ya que por lo demás, está muy bien armada; un thriller seco, turbio y, en última instancia, amargo. Quizás demasiado inflado, como ya suele ocurrir en estas ocasiones, por la crítica y la prensa, pero que no por ello deja de ser una propuesta recomendable para ese público ávido por ver buenos thrillers.

Además subyace, bajo ese manto de crimen y miseria urbana, una palpable crítica hacia aspectos socio-políticos que nos tocan de cerca, aunque no estemos hablando de una película marcadamente política (todo lo contrario). Digamos que pone la puntilla en la dejadez o simple ineficacia (amén de la corrupción) de nuestros departamentos de justicia, convirtiendo un hecho real (el 11M) en mera –pero plausible, por razones obvias- ficción. Y eso, seguramente, incomode a más de uno.



Lo mejor: el personaje principal, Santos Trinidad;


Lo peor: algún erorr de casting (Helena Miquel) y un ritmo un tanto lento.



Valoración personal: Correcta-Buena

domingo, septiembre 18, 2011

“Cómo acabar con tu jefe” (2011) - Seth Gordon

critica Cómo acabar con tu jefe 2011 Seth Gordon
Quién más quién menos ha tenido alguna vez (o tiene) un jefe odioso que le ha hecho la vida imposible en el trabajo. Esa clase de jefazo que aprovecha la superioridad de su cargo para hostigar psicológicamente a sus trabajadores. Cuando eso ocurre, al trabajador no le queda otra que pasar por el aro si quiere seguir conservando el empleo, por duras o insoportables que se le hagan las jordanas. De ahí que tampoco sea extraño que éste fantasee, de vez en cuando, con la idea de vengarse cruelmente del causante de sus quebraderos de cabeza. Una forma de hacerlo –algo radical, eso sí- es haciendo desaparecer el problema de raíz y para siempre, es decir, cargarse al jefe, darle matarile, borrarlo de la faz de la Tierra o cómo prefiráis llamarlo. Y eso es, precisamente, lo que planean hacer los protagonistas de esta historia.

Nick, Kurt y Dale son tres amigos asqueados por culpa del agobiante ambiente laboral que sufren en sus respectivos empleos. La única solución para hacer su rutina diaria más tolerable sería hacer desaparecer a sus insufribles jefes. Con la ayuda de unas copas de más y el consejo poco fiable de un ex convicto buscavidas, los tres amigos conciben un enrevesado y presuntamente infalible plan para deshacerse de ellos sin que el peso de la ley caiga sobre sus cabezas. Sólo hay un problema: los mejores planes son ideados por las mejores mentes, y ese no es su caso.

La película empieza con los propios personajes presentándose a sí mismos - voz en off mediante- y desvelándonos las perrerías que tienen que aguantar de sus respectivos jefes.

Nick (Jason Bateman) es candidato a un puesto directivo en su empresa, y por ello trabaja durante 12 horas tragando con todo lo que se le ocurre a su jefe, Harken (Kevin Spacey), pensando que así logrará ser recompensando con el tan deseado ascenso. Pero ahora ya sabe que eso nunca va a ocurrir…

Dale (Charlie Day) es ayudante en una clínica dental, y su problema (aunque a priori no parezca considerarse como tal) es el mantener a raya los incesantes acosos sexuales a los que es sometido por parte de la Dra. Julia Harris (Jennifer Aniston). Dale, que está a punto de casarse con su prometida, ve peligrar su relación si no consigue poner fin a los pervertidos instintos de su jefa.

Kurt (Jason Sudeikis), por su parte, es contable, y al contrario que sus amigos, está encantado con su jefe, Jack Pellit (Donald Sutherland). El problema lo tiene con Bobby Pellit (Colin Farrell), el hijo de éste, un drogadicto y un corrupto que puede arruinar la empresa en cualquier momento si no se le para los pies.

Así pues, tenemos a tres sufridores trabajadores a los que les hace la vida imposible un jefe psicópata, una devorahombres y un tipo sin escrúpulos. ¿Cuál es, entonces, la solución? Huir del problema y dejar el trabajo no es una opción.



Durante una noche de copas, los tres amigos fantasean con la posibilidad de matar a sus jefes… Y a la mañana siguiente, decidirán llevar esa fantasía a cabo gracias a los dudosos consejos de un ex convicto (Jamie Foxx) que se encontraba en el lugar adecuado en el momento oportuno.

Los tres protagonistas preparan un plan perfecto para librar al resto del mundo de sus respectivos jefes… para siempre. La idea consiste en que SPOILER-- cada uno se encargue de acabar con el jefe del otro, de modo que nada pueda relacionarlos con su muerte --FIN SPOILER, procurando que parezca un accidente.

Por supuesto, y tratándose de unos inexpertos, por brillante que sea el plan éste no saldrá como lo tenían planeado. Cuando se acerque el momento de acabar con la vida de sus jefes, los contratiempos empezarán a sucederse y las cosas se irán complicando cada vez más, llegando hasta el punto de tener a la policía tras su pista.

Las bazas con la que cuenta esta comedia son tres:

La primera es su punto de partida. El hecho de desear cepillarse al canalla de tu jefe es algo con lo que muchos pueden sentirse identificados, y ver cómo otros lo llevan a cabo puede ser una medida terapéutica de matar ese gusanillo. Por tanto, nos metemos en la piel de los personajes fácilmente y terminamos también nosotros odiando a sus respectivos jefes (quizás a Julia/Aniston, un poco menos) y deseando que logren acabar con ellos de la forma más cruel posible.

La segunda baza es que los guionistas desarrollan la trama llevando muchas de las situaciones hasta el extremo y a sus antagonistas al punto de la exageración o la parodia (aunque puede que alguno de ellos, como el sr. Harken, no diste mucho del prototipo real de jefe cabrito), de modo que el humor bordea siempre lo delirante.

Y la tercera y probablemente más poderosa baza es su reparto. Desde los tres principales protagonistas, que las pasan canutas durante toda la película, hasta sus respectivos jefes (Spacey en su línea, pero peor, en el buen sentido de la palabra), pasando por el variopinto elenco de secundarios (mención especial a Jamie Fox), todos están perfectos en su papel. Nadie chirría o flojea, e incluso algunos llegan a sorprendernos gratamente. Ese sería el caso de Jennifer Aniston, a la que habitualmente seguimos viendo (o al menos yo) como la Rachel de “Friends”, y que aquí, sin embargo, asume y borda un papel inusual en su carrera, el de una loca compulsiva del sexo.



No muy lejos queda un Collin Farrell caracterizado para la ocasión (recordando al Tom Cruise de “Tropic Thunder”) como un tipo despreciable adicto a la coca, a las prostitutas y a jorobar al personal. Farrell lo clava.

Jason Reitman es un habitual del género, así que no tiene problemas para defender su rol, y Jason Sudeikis sigue ganándose el que le ofrezcan una comedia para su exclusivo lucimiento (si bien puede que sea de esos que funciona mejor como secundario que como protagonista). Charlie Day, el menos conocido de los tres, cumple también con su cometido, y los tres juntos demuestran que hay más cómicos en la industria hollywoodiense capaces de solventar la papeleta que les han encomendando que los Adam Sandlers, Jack Blacks y Will Ferrels de turno. De hecho, no es necesario ser tan estridente o ir tan pasado de vueltas para hacer o caer en gracia. Por supuesto, también cuenta y mucho el participar en una comedia que logre su propósito, y no hay duda que la gamberra “Cómo acabar con tu jefe” lo logra.

Puede que no sea lo más descacharrante del año, pero entretiene de lo lindo y se ve con una permanente sonrisa en la boca.



Lo mejor: el argumento y el reparto.


Lo peor: algún gag escatológico.



Valoración personal: Correcta